J.C. Ruiz Franco, director del Proyecto Shulgin en español
presenta el primer libro sobre Albert Hofmann escrito en español:
Albert Hofmann –
Vida y legado de un químico humanista
Ruiz Franco nos ofrece una completa biografía del legendario descubridor de la LSD y de muchos otros fármacos importantes, acercándonos al químico suizo también de una forma filosófica (el autor es licenciado en dicha materia).
Se encarga de editarlo la ya clásica Liebre de Marzo, con su habitual buen gusto y elegancia de elección y diseño:
Os dejamos con el prólogo, escrito por Jonathan Ott:
Aquí tenemos un libro
híbrido: lo que, ateniéndonos al título, es una biografía de Albert Hofmann, el
famoso químico visionario suizo, es simultáneamente una historia cultural de su
más notable invención, la LSD, legendaria sustancia psicoactiva (o Delysid, si
utilizamos su denominación farmacéutica). Efectivamente, Hofmann se hizo
mundialmente famoso gracias a aquel «hijo problemático», y muchos sólo lo
recuerdan como «el padre de la LSD». En ese sentido, el alcance del presente
libro es coherente con el de la autobiografía del mismo Hofmann, LSD, mi hijo
problemático (publicado en alemán en 1979, aunque conocido en España bajo otros
títulos; por ejemplo, La historia del LSD - Balance crítico de sus aplicaciones
y efectos…, Historia de la LSD. Cómo descubrí el ácido y qué pasó después en el
mundo o LSD: Mi hijo monstruo). De igual manera, Hofmann había dedicado
bastante más espacio al hijo conflictivo que al progenitor. Por otro lado, el
nuevo libro de Juan Carlos Ruiz Franco va mucho más allá del contenido de aquel
libro precursor, tanto en los aspectos biográficos como en el sentido
histórico. Entre otras cosas, nos ofrece más detalles sobre la juventud y la
formación de Hofmann. Aparte de su autobiografía y sus cuatro libros de
contenido científico, Hofmann publicó dos tratados filosóficos: Mundo
interior-Mundo exterior y Lob des Schauens (“Alabanza a la visión”, una edición
limitada de distribución privada). En 2008 (el año de su fallecimiento, a la
edad de 102), junto con The Beckley Foundation, publicamos Hofmann‘s Elixir,
basado en un Festschrift de 2005 en alemán (un libro que festejaba su
centenario). Este último libro de Hofmann también incluye mucho contenido
biográfico (entre otros datos personales, contiene una exhaustiva bibliografía
de los trabajos científicos y populares del sabio suizo). No existe otra
información biográfica sobre este gigante de la ciencia y la filosofía del
siglo veinte, y el presente libro llena este vacío de forma admirable.
Hay que destacar la
notable historia cultural de la LSD y otras drogas psiquedélicas afines. Del
mismo modo que su precursor autobiográfico, examina la invención de la LSD en
el contexto del trabajo de investigación químico-farmacéutica desempeñado por
Hofmann para la compañía farmacéutica de Basilea, Sandoz Ltd. (ahora parte de
la multinacional Novartis). Vemos cómo Hofmann fue también el progenitor de
tres fármacos de enorme éxito terapéutico y comercial: Hydergina®, Dihydergot®
y Metergina®, a la vez que contribuyó al desarrollo de otros dos: Parlodel® y
Sansert®/Deseril®. Aunque Hofmann consideraba a Delysid® el más exitoso de
todos, la dirección (por no hablar de los accionistas) de Sandoz contemplaba el
asunto de manera muy distinta (en vez de permitirles ganar pingües beneficios,
como las demás invenciones de Hofmann, la LSD terminó siendo «un lastre
comercial» para Sandoz). Por supuesto, la invención de la LSD convirtió a
Hofmann en el máximo experto mundial en sustancias visionarias, y condujo
directamente a su posterior exitoso descubrimiento de la sustancia química de
dos enteógenos chamánicos secretos: 1) los hongos de María Sabina y R. Gordon
Wasson (en los cuales Hofmann descubrió la psilocibina y la psilocina; la
primera fue bautizada y lanzada al mercado como fármaco, Indocybin®, aunque corrió
la misma suerte que la LSD, es decir, pasó a ser otro fármaco «abortado»); y 2)
las semillas mexicanas del don Diego de día, los famosos enteógenos ololiuhqui
y tliltliltzin (en los cuales nuestro químico encontró como principios activos
visionarios, ¡las mismas amidas del ácido lisérgico que ya había investigado
una década atrás como derivados de la LSD!). Ruiz Franco culmina esta parte
detallando la investigación preliminar de las hojas de la Pastora o Salvia
divinorum, una planta enteogénica descubierta por Hofmann en colaboración con
Wasson, quienes la identificaron y establecieron su forma de cultivo, aunque no
lograron resolver la cuestión fitoquímica de sus principios activos.
Muchos de los datos
históricos están relacionados indirectamente con Albert Hofmann. Vemos cómo el
uso extracientífico de la LSD se difundió, junto con su fama, por Estados
Unidos y Europa (con especial atención a España e Iberoamérica), sin pasar por
alto su aun más prominente infamia y el abuso periodístico de aquella. Personajes
como el enigmático Al Hubbard sirvieron como una especie de puente o enlace
entre el inframundo del espionaje/servicios secretos y el ultramundo
intelectual de literatos como Aldous Huxley (que jugó un papel clave en la
difusión de la LSD como enteógeno). El capítulo 6 se dedica exclusivamente al
morboso interés hacia diversas sustancias visionarias por parte de los
servicios secretos, sobre todo la CIA estadounidense, a cuyos jefes les fascinó
sobremanera la potentísima LSD. Ante los ojos desorbitados de los verdaderos
James Bond, era una especie de «arma química no convencional» y una ayuda
farmacológica para los interrogatorios (un camino inaugurado por la mescalina,
y puesto en práctica por los pioneros médicos nazis en el nefasto campo de
concentración de Dachau, Polonia). No tardó en hacerse eco la prensa
sensacionalista de esta curiosa y temprana bifurcación del interés por la LSD:
por un lado, como un prometedor y revolucionario psicofármaco, Delysid®; y por
el otro, ¡como una tétrica tormenta terapéutica, a modo de siniestra bomba
atómica para controlar el estado de ánimo! El libro recapitula sobre esta
historia de la propaganda: cómo la prensa amarillista ordeñó a la jugosa LSD ad
nauseam. Un par de años de exageración y sensacionalismo bastaron para poner a
la LSD directamente en la mira del prohibicionismo, y el autor prosigue la
triste historia de su eventual estigmatización y universal prohibición… hasta
el repentino final de un fructífero camino de investigación neurocientífica,
que todavía no se ha logrado retomar.
Ruiz Franco detalla el
desarrollo de la colaboración, ya jubilados de sus trabajos, de Hofmann con R.
Gordon Wasson y Carl A.P. Ruck, en torno a la pócima (el kykeon) consumida
durante los Misterios Eleusinos del mundo clásico griego, como el «secreto»
enteogénico causante de esta iniciación. (Hofmann propuso un extracto acuoso de
cebada «ergotizada» —infestada con abundantes esclerocios de cornezuelo— a modo
de fuente de alcaloides hidrosolubles, similares a la LSD, presentes en la
pócima, lo cual bien podría explicar el notable respeto inspirado por la
iniciación eleusina y el fanático empeño por mantenerla oculta). Este trabajo
innovador concluyó con el conocido libro El camino a Eleusis: desvelando el
secreto de los misterios (fue el título de la traducción española, publicada
por Fondo de Cultura Económica, que introdujo el término y el concepto
enteógeno/enteogénico en el mundo castellano-hablante: nuestro artículo de
1979, que acuñó el neologismo, venía traducido como apéndice). Esta es una de
las historias —entre los numerosos temas culturales no relacionados
directamente con Hofmann— que el presente libro incluye como trasfondo
histórico. Así, la LSD, aquel producto artificial de la investigación
químico-farmacéutica (más o menos convencional) obtenido en los laboratorios
Sandoz, queda relacionada con embriagantes chamánicos prototípicos, como el
péyotl/mescalina, el teonanácatl/psilocibina o el ololiuhqui/amida del ácido
lisérgico. La vida y la profesión de Hofmann colocaron todo aquello en un mismo
contexto… es decir, la enteognosia. En el libro se ubican la vida y el trabajo
de Hofmann en el ambiente propio de nuestra época, lo que los alemanes llaman
el Zeitgeist, el «espíritu del momento». Y como guinda para este pastel psiconáutico,
el libro nos informa sobre datos específicos acerca de la relación de Hofmann
con algunos pensadores españoles, como Antonio Escohotado y Fernando Sánchez
Dragó.
El libro trata hasta
tal punto la filosofía de Hofmann que ofrece por completo (traducidas por su
autor) dos conferencias filosóficas de Hofmann: la primera, sobre su visión de
la realidad basándose en su teoría «emisor-receptor»; la segunda, sobre «la
redención del tiempo a través de la eternidad». En la sección de apéndices se
incluyen varios escritos poco conocidos sobre enteognosia, entre ellos el
clásico de Walter Pahnke sobre su exploración del potencial espiritual de la
LSD; así como textos literarios: del famoso escritor inglés Aldous Huxley y del
poeta beatnik estadounidense Allen Ginsberg. También podemos leer en esa
sección una entrevista a Hofmann, realizada por Antonio Escohotado a mediados
de los años ochenta. Esta entrevista tiene un significado especial para mí:
Hofmann me la envió en el momento de su publicación, y el apellido tan poco
común de su autor quedó grabado en mi memoria (muy buena, por lo menos para las
palabras o formas léxicas raras. Años después, cuando un amigo me envió el
primer tomo de la Historia general de las drogas, yo sabía que había oído aquel
apellido; busqué en mis archivos, hallé la entrevista y escribí a Hofmann para
pedirle la dirección de Antonio (por supuesto, para llamarle la atención ¡por
una larga lista de imprecisiones etnobotánicas!). ¡Y así fue como Antonio y yo
entablamos una gran amistad!
El libro concluye con
una bibliografía no muy detallada, pero bastante relevante, y un buen índice
temático, imprescindible en un libro de esta extensión, que reúne y atesora
tanta información valiosa. Con un estilo literario ameno y asequible, demuestra
siempre la típica atención de su autor por la precisión y la comprensión
histórica. Con buen ritmo, pero deteniéndose en los momentos más importantes,
cubre una gran riqueza de datos imposible de hallar en una sola fuente; y sobre
todo, es muy interesante. ¿Qué más se puede pedir? Yo lo recomiendo, sin duda
alguna.
Jonathan Ott
Rancho Xochiatl
9 de noviembre de 2014